Desde el año 2000, la cuenca amazónica boliviana ha perdido un área de bosque mayor que Dinamarca a cambio de campos agrícolas y ganaderos. Sabemos que es difícil detener eso, pero estamos ganando terreno con éxito plantando continuamente árboles entre campos que funcionan como gruesos escudos contra el viento que tienen la capacidad de detener la erosión, traer de vuelta la vida silvestre desplazada, restaurar las condiciones de humedad y secuestro de CO2.